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El eterno retorno del hipster

Por Juan Pablo.

 

Seguramente, todos en alguna etapa de nuestra vida hemos leído a Jack Kerouac o a algún miembro de la generación beat, y sobre todo, hemos estado a punto de tomar la mochila y llenarla de libros para irnos a recorrer el mundo de autoestop; por eso, me toca hablar de Kerouac, beatnik imprescindible para la generación.

 

Orgías, sexo indistinto, alteración de la conciencia y budismo zen, quizá los principales factores de interés para los jóvenes, el papel del sexo como necesidad inmediata; lo correcto sería hablar de la propia literatura beat, sin embargo no es el rumbo que pretendo seguir, por el contrario, debo abordar a los hipsters desde Kerouac o Kerouac desde los hipsters, casi lo mismo.

 

Me resulta absurdo la negación de identidad por parte del hipster mexiquense promedio, digo mexiquense porque no vivimos en el Distrito Federal, la negación es afirmación, la afirmación del jazz y el bebop, el vino tinto y la poesía; sin embargo, este no es un juicio masticado sobre los hipsters y su forma fake de vivir, es sólo un análisis caprichoso y una apología de clóset, mencionar que la etiqueta de hipster está determinada directamente por el poder adquisitivo de los mismos, ¿por qué Bolaño no es considerado hispter si se la pasaba en la casa de las Font en La Condesa? ¿por qué Papasquiaro está más cerca de ser un poeta maldito que un escritor poseur lleno de arquetipos? La respuesta es simple, el nivel económico no los posiciona dentro de la escena hipster de la época.

 



 

Ahora bien, esto no quiere decir que desprestigie a los hipsters sólo por comprar lattes altos en Starbucks, o americanos en cafés de autor en La Condesa, es más, ni siquiera los desprestigio ni los odio; se debe analizar a los hipsters desde los hispters, l'art pour l'art. ¿Si a la gente le gusta el arte y la literatura, por qué no dejarlos ser hipsters? Que cada quién satisfaga sus necesidades inmediatas como más quieran, total, mejor para Anagrama. 
 

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